miércoles, 31 de julio de 2013

La educación de la mujer en la Edad Moderna

En el siglo XVI existía la convicción generalizada de la simpleza y debilidad del sexo femenino; a las mujeres se las educaba para el matrimonio. La mujer era considerada un complemento del varón y debía ser educada por y para ello. En épocas posteriores los llamados humanistas defendieron la igualdad de hombres y de mujeres, seguían destacando por el contrario la existente división de géneros en la sociedad y en la familia. 

Erasmo de Rotterdam dio gran importancia a la educación de las mujeres, dentro de los preceptos de su época, y la enseñanza será promovida y sostenida por el interés y curiosidad de los alumnos. Recomienda la educación impartida en el seno de la familia. 

Luis Vives formó parte de la educación de la princesa maría, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón; escribió Instrucción de la mujer cristiana; afirma que no se puede separar la educación femenina de la familia, la doncella debe ser educada para la vida familiar y religiosa, prepararse para las necesidades hogareñas y debe desechar todo lo mundano, aunque sea a través de la lectura. Entre las lecturas recomendadas para las mujeres figuraban los Evangelios, las vidas de santos, el Antiguo Testamento y algunos autores clásicos. No debían leer libros de caballería ni novelas sentimentales. 

Vives trasciende las costumbres medievales para dar a la mujer una formación más acorde a la época. 


Educación en la época colonial 

En 1566 el obispo de Popayán promovió la idea de fundar un monasterio de religiosas para educar a las hijas de los conquistadores, con tal fin donó algunas fincas y bienes que poseía, y en 1591 fue creado el Monasterio de la Encarnación bajo la orden de San Agustín. A éste acudieron durante dos siglos jóvenes herederas de familias importantes, quienes por lo regular eran recibidas como internas a los doce o trece años, con el fin de aprender a leer y escribir, y a coser y desempeñar otras artes domésticas. Éste fue el único establecimiento creado para la educación de la mujer en la Nueva Granada durante el siglo XVII, mientras para varones existían varios seminarios y escuelas en las principales ciudades. 

Apenas una minoría de mujeres en la América española sabía escribir bien y acostumbraba a leer; en consecuencia, hubo muy pocas escritoras. A fines del periodo colonial surgió la idea de que se debían educar todas las mujeres, independientemente de su posición social.

En la Nueva Granada, entre las mujeres, como entre sus congéneres de la península y de las demás colonias españolas, se fomentaba la devoción; algunas hicieron votos perpetuos de castidad y obediencia en los conventos. Pero estos sitios, aunque no fueron tan numerosos e importantes como en Nueva España o en Perú, parece que experimentaron cierta decadencia y dieron escasa instrucción a las monjas. Sin embargo, a pesar de las carencias, fue en los conventos donde la educación femenina logró sus más importantes avances durante la colonia, pues las religiosas debían aprender a leer para poder rezar el Divino Oficio. 

Reforma y Contrarreforma
En el s. XVI surgen los movimientos de la Reforma y Contrarreforma católica. Martín Lutero, en su Carta a la Nobleza Cristiana dice que las mujeres también deben ir a la escuela para dirigir su casa, tener cuidado de sus criados y educar cristianamente a sus hijos. 

En la contrarreforma también se atendió la educación femenina en las congregaciones de religiosas; la más importante fue la de las Ursulinas, orden fundada por Ángela de Mèrici. En su origen, la orden tuvo por designio la santificación de mujeres venidas a la vida religiosa; posteriormente se impuso la obligación de educar niñas. Mèrici afirmó que serían las niñas las que reformarían a las familias, las familias a las provincias, y éstas al mundo entero. 

Aún cuando se atendió la educación femenina en la Contrarreforma, se insistió en la desigual capacidad que poseían las mujeres para el acceso al conocimiento; en los s. XVI y XVII, la función de la cultura en las mujeres era preferentemente la búsqueda de la virtud. El poder de las mujeres residía en su atractivo, si a ese poder se le añadía el de la cultura podía ser catastrófico. La mujer debía ser educada para el matrimonio o para el convento. 

En el siglo XVII hubo damas con cierta cultura que escribían y asistían a academias Literarias y a salones nobiliarios5 donde eran observadas de una manera satírica por algunos autores masculinos más afamados de la época como Quevedo, Lope de Vega y Tirso de Molina en España; B. Castiglione en Italia o Molière en Francia. Las madres debían enseñar a sus hijas a coser, bordar; en caso de no tener madre los hijos debían ser educados por una mujer anciana de "sexo reposado" y en último término por un hombre. Se les inculcaba la pertenencia a su clase, el cuidado de la honra, las historias de la familia, la doctrina cristiana y con menor interés, el aprendizaje de la escritura; se sigue insistiendo en que las mujeres no estén solas con el maestro. Recomiendan los internados de monjas. Los centros públicos de formación eran muy escasos y las niñas estaban excluidas de ellos, y el acceso a la Universidad estaba negado para ellas. 

  • Comenio (s.XVII) 
Comenio, en el capítulo IX de su “Didáctica Magna”, habla de no hacer diferencia entre uno y otro sexo en las escuelas. Las mujeres tienen igual derecho a los estudios científicos, pues tienen la misma capacidad y entendimiento que el hombre, y es también imagen de Dios; la mujer debe ser educada para la honestidad y la santidad, para cuidarse a sí misma y a su familia. Formándolas en el entendimiento se les aleja de la ligereza. 

En el siglo XVIII se produce en España un cambio de dinastía, los Borbones sustituyen a los Austrias. En el eje de la reforma educativa y de otras está la felicidad, principio que estaba recogido en la Enciclopedia. La educación se convierte en el reto moral de la Ilustración. 

Parten de que el hombre puede ser perfeccionado gracias a la educación. Esta idea se difunde a través de las academias, las sociedades económicas, los salones y las tertulias. 

Las mujeres comienzan a preguntarse cuándo van a poder ir a la universidad. La cultura que van a recibir las mujeres en el siglo XVIII estaba destinada a que pudieran tener una conversación y no avergonzaran al marido y para que fuesen buenas administradoras del hogar y buenas cristianas, siempre sumisas. 

Pero se vuelven a repetir las mismas condicionas de siglos anteriores: la mujer no debe saber de guerra, ni de política, ni de filosofía, ni de jurisprudencia; bastaba con que supieran ordenar su casa y obedecer a su marido, aunque según el grupo social al que pertenecían debían saber determinadas cosas, como geografía, literatura, lenguas, urbanidad, normas de cortesía, economía doméstica, por lo que es bueno que aprendan algo de aritmética; también debían saber de música, el baile era una manifestación social; se formaban para encontrar marido. El teatro era también un medio de transmitir cultura. Los pliegues de cordel que relataban historias de amor, era una subliteratura que también solía ser cantada o recitada. La cultura del libro se estaba extendiendo, se compraban libros, se construyen biblioteca. En Salamanca aparecen en los inventarios muchas bibliotecas pertenecientes a mujeres pero esto podía ser debido a que hubieran enviudado y las hubiesen heredado. Algunas de las mujeres de las clases privilegiadas fueron grandes aficionadas a la lectura. 

En el s. XVIII Europa había definido sus fronteras nacionales y buscaban la prosperidad económica. Surge la Ilustración. 

  • Rousseau 
Para él, la educación de la mujer debe ajustarse al papel de madre y esposa. Su obra el Emilio, dice que el hombre y la mujer tienen un fin distinto, y la educación debe ser distinta también. Ellas deben ser educadas para sus obligaciones, deben desconocer todo lo que esté fuera de sus posibilidades de razón, y dado que su razón es práctica, debe poseer el conocimiento de las artes manuales. La mujer debe adornarse de manera sencilla para agradar al hombre. Rousseau enuncia los principios de la educación femenina: ha de ser fiel, modesta y reservada, tanto ante su conciencia como a los ojos de los demás, pues tendrá como misión importante el cuidar de la reputación y el honor de la familia. Tendrá la misma religión que su marido. Sofía es simpática, fresca, dulce y sencilla. Sabe llevar una casa; cuida su apariencia personal sin afectación; es amante de la limpieza. Es religiosa, pero "sin excesos"; practica unas sencillas oraciones y tiene una mínima instrucción teológica. Sabe algo de música y de canto, pero carece de una vasta cultura general.

No hay comentarios:

Publicar un comentario